¿Cómo se origina el dolor?
Muchas personas están familiarizadas con la sensación de dolor. Algunos dolores son cortos, otros duran un poco más, algunos son molestos y otros son bastante fuertes. Pocos, sin embargo, saben cómo surge el dolor. Varios órganos intervienen en la percepción del dolor en el cuerpo: el sistema nervioso, la médula espinal y el cerebro. Pero, ¿cómo se produce exactamente el dolor cuando te cortas el dedo con un cuchillo? Veámoslo en detalle:
En la yema del dedo hay una serie de sensores (=receptores del dolor) que detectan y perciben el corte en la superficie de la piel. Estos receptores del dolor se encuentran en casi todo el cuerpo. Están en los huesos, los tendones, los músculos y otros órganos. La piel, en particular, tiene muchos de estos sensores. Reaccionan a temperaturas extremas, a estímulos químicos como los ácidos, o a fuertes fuerzas de compresión o tracción.
Después del corte con el cuchillo, traducen el estímulo externo, como una lengua extranjera, en una señal eléctrica para tu cuerpo. Sólo así puede procesar y comprender el estímulo. Ahora, esta señal puede transmitirse a través de los nervios y transportarse a la médula espinal. Todo esto ocurre en una fracción de segundo. Una vez en la médula, siguen dos pasos importantes:
- Minimización de daños: gracias a un estímulo enviado a la parte del cuerpo afectada, ésta puede alejarse de la zona de peligro en un instante. O, en el ejemplo del cuchillo: la mano se aleja para que el dedo no sufra más lesiones por el cuchillo.
- Paso al cerebro: la médula pasa la señal eléctrica de los nervios al cerebro.
En el cerebro tiene lugar una evaluación del dolor que, si es lo suficientemente fuerte, entra en la conciencia. De este modo, una sensación desagradable se hace perceptible como dolor con una cualidad apremiante, sorda, penetrante o parecida a un calambre. El cerebro evalúa ahora el dolor y aprende de él para el futuro, la llamada memoria del dolor. Así, la próxima vez que coja un cuchillo, recordará que debe tener más cuidado.
La farmacia del dolor corporal y del dolor crónico
Para combatir el dolor, no siempre es necesario recurrir a la medicación. El cuerpo es en parte capaz de combatirlo por sí mismo, dependiendo de la gravedad. Mediante la liberación de sustancias endógenas, por ejemplo con las hormonas de la felicidad (= "endorfinas"), el cuerpo puede reducir el dolor o eliminarlo por completo durante un tiempo. Esto desempeña un papel importante sobre todo en situaciones extremas, como después de un accidente.
Sin embargo, se vuelve problemático cuando se daña una vía nerviosa. La consecuencia puede ser la pérdida total de sensibilidad en la parte correspondiente o suministrada del cuerpo.
Sin embargo, un estímulo doloroso también puede ser consecuencia de un daño en la propia vía nerviosa. Este dolor también se denomina dolor nervioso o dolor neuropático y suele responder peor al uso de los analgésicos clásicos. El dolor neuropático puede estar causado por infecciones víricas como el herpes zóster, lesiones nerviosas, enfermedades metabólicas como la diabetes o el cáncer.
El dolor agudo es el que dura menos de tres meses. Si el dolor persiste más allá de este periodo, se habla de dolor crónico, que a menudo sólo puede tratarse con analgésicos clásicos.
¿Cuáles son los tipos de analgésicos?
Los analgésicos evitan o atenúan la percepción o la transmisión del dolor de diferentes maneras. Esencialmente, pueden distinguirse dos grandes grupos de analgésicos:
- Analgésicos no opiáceos
- Opiáceos
Para el dolor repentino, de leve a moderado, los conocidos analgésicos no opiáceos suelen ser suficientes, mientras que los opiáceos se suelen utilizar para el dolor intenso o crónico. Para potenciar y optimizar el modo de acción, a menudo se combinan ambos grupos. La combinación y la elección del analgésico adecuado deben consultarse siempre con el equipo médico, sobre todo si se padece una enfermedad renal. Ambas clases de analgésicos actúan de forma diferente en el organismo y, por tanto, tienen efectos secundarios distintos.
Analgésicos no opiáceos
La característica común de estos medicamentos es que algunos tienen un efecto antipirético y, por lo general, también antiinflamatorio, además de analgésico. Por tanto, pueden recetarse o tomarse no sólo para el dolor, sino también para la fiebre o la inflamación.
Uno de los efectos secundarios de los analgésicos no opiáceos es el riesgo de dañar los riñones. Esto es especialmente importante en personas con enfermedad renal. Por lo tanto, antes de utilizar estos fármacos, siempre es aconsejable comentarlo con el equipo médico.
También pueden irritar el estómago y el intestino delgado y, en el peor de los casos, provocar la formación de úlceras en el intestino. Por lo tanto, si tu equipo médico te aconseja tomar analgésicos, es importante que seas consciente de los cambios que se producen en tu organismo. Además, si un médico no nefrólogo te recomienda o te receta directamente estos fármacos, debes consultar al equipo nefrológico antes de tomarlos. Ellos son los expertos en tu enfermedad renal y conocen los posibles efectos de los fármacos en tus riñones. En caso de efectos secundarios, informa rápidamente a tu equipo médico para que juntos puedan encontrar la mejor solución para tu organismo.
Opiáceos
Son las "armas pesadas" entre los analgésicos. Pueden crear adicción y, como siempre, sólo deben tomarse según prescripción médica. Se utilizan sobre todo para el dolor intenso. Al principio del tratamiento, suelen causar fatiga y pueden limitar la capacidad de reacción y la percepción.
También pueden provocar estreñimiento o trastornos intestinales con náuseas. Los opiáceos en dosis muy altas también pueden causar problemas respiratorios potencialmente mortales. Un efecto secundario menos frecuente es el picor leve. Como algunos opioides se excretan por los riñones, la dosis de opioides debe ajustarse si padece una enfermedad renal, dependiendo del estadio, y esto suele hacerlo el equipo médico.
Dolor neuropático
El dolor nervioso o neuropático está causado por un daño directo en las células nerviosas, por lo que es un caso especial y a menudo debe tratarse de forma diferente al dolor "convencional". Dos causas comunes del llamado dolor nervioso son el herpes zóster (=quemaduras) y el daño nervioso diabético (=neuropatía), que suele producirse si se padece diabetes. Para tratar estos dolores suelen utilizarse fármacos neurológicos y, a veces, terapia de frío. Para saber qué opciones de tratamiento se adaptan mejor a tu caso, debes consultar a tu equipo médico y/o a un neurólogo.
Analgésicos para la enfermedad renal
Dado que varios analgésicos se eliminan a través de los riñones, en muchos casos hay que modificar su dosis si padeces una enfermedad renal o estás en diálisis. Pero no te preocupes, tu equipo médico tiene mucha experiencia en este campo y estará encantado de ayudarte con cualquier duda o pregunta.
Otro médico (=no nefrólogo) me ha recetado un analgésico: ¿qué tengo que hacer?
Si un médico que no es tu nefrólogo te receta un analgésico, debes consultar siempre a tu equipo médico tratante. A menudo es necesario cambiar la dosis de los analgésicos si la función renal está alterada. Algunos no deben tomarse para proteger el riñón y mantenerlo en forma. Sin embargo, en algunos casos esto se descuida, lo que puede provocar efectos secundarios no deseados. En general, es mejor acudir al médico una vez más que una vez menos para ir sobre seguro.
Nota médica: Este artículo sólo tiene fines informativos. Este artículo no pretende en modo alguno recomendar, evaluar o promocionar clases específicas de medicamentos. Si tienes alguna duda sobre la toma de medicamentos, debes consultar siempre a tu equipo médico.